Los que me conocen saben que soy una persona pro-entretenimiento. No pertenezco a esa pedante sección de personas que decalifican una obra, bien sea literaria, cinematográfica, televisiva o videojueguil por abandonar las pretensiones formales dramáticas en pos de un mayor espectáculo y diversión. Todos queremos volver a sentirnos niños de vez en cuando, y estas piezas realizan esa función regresiva que en los tiempos que corren se sabe más necesaria que nunca. Estas obras son de consumo rápido, no exigen al receptor un gran esfuerzo intelectual y simplemente proponen pasar un buen rato. Por eso mismo te puedo defender la narrativa de Flann O'Brien o Gilbert K. Chesterton como te puedo contar que disfruto como un idiota cuando me leo las obras de Dan Brown en menos de una semana: no hay aquí ninguna escision lógica, porque un sector no es excluyente del otro. Puedes adorar 'El Padrino' y pasártelo bomba con 'Transformers', no hay que yo sepa ninguna ley escrita o no que lo prohíba, ni siquiera las relativas al gusto, que a todas cuentas son las más ridículas que existen.
miércoles, 2 de mayo de 2012
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Los que me conocen saben que soy una persona pro-entretenimiento. No pertenezco a esa pedante sección de personas que decalifican una obra, bien sea literaria, cinematográfica, televisiva o videojueguil por abandonar las pretensiones formales dramáticas en pos de un mayor espectáculo y diversión. Todos queremos volver a sentirnos niños de vez en cuando, y estas piezas realizan esa función regresiva que en los tiempos que corren se sabe más necesaria que nunca. Estas obras son de consumo rápido, no exigen al receptor un gran esfuerzo intelectual y simplemente proponen pasar un buen rato. Por eso mismo te puedo defender la narrativa de Flann O'Brien o Gilbert K. Chesterton como te puedo contar que disfruto como un idiota cuando me leo las obras de Dan Brown en menos de una semana: no hay aquí ninguna escision lógica, porque un sector no es excluyente del otro. Puedes adorar 'El Padrino' y pasártelo bomba con 'Transformers', no hay que yo sepa ninguna ley escrita o no que lo prohíba, ni siquiera las relativas al gusto, que a todas cuentas son las más ridículas que existen.